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¿No recuerdas qué ha pasado?
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Noche tras noche en mi mente, al entrar en mi narcosis, le escucho quejarse
amargo. Hacen mal sus feas palabras, ¡dile que se detenga!
La melena enmarañada le llegaba hasta
empaparse con el agua, que abundante, rebosaba a borbotones vertiéndose por el
piso, de un baño en la planta baja, que casi estaba inundado. Mojadas palmas
y dedos, sus deshidratadas manos, se aferraban fuertemente a los bordes del lavabo manteniéndola inclinada como a ciento treinta grados, esperando el veredicto del reflejo del espejo.
y dedos, sus deshidratadas manos, se aferraban fuertemente a los bordes del lavabo manteniéndola inclinada como a ciento treinta grados, esperando el veredicto del reflejo del espejo.